Había un awo que era osainista, que vivía con su hijo pero por cuestiones de carácter, el hijo tuvo dificultades con su padre y libertinamente se separó de él. El padre a su vez, también se retiró a otras tierras. Al paso del tiempo, el Hijo, ya hecho un en hombre, se convirtió en un gran osainista. Su conocimiento de ozain era tan vasto, que llego el momento, en que en el pueblo donde el vivía, había eliminado a todos los mayomberos de sus poderes. Entonces se dedicó a porfiar con distintos mayomberos y osainistas de otras regiones, obteniendo resonantes triunfos, en todas sus guerras. Un día llego a su pueblo la noticia, había en un pueblo lejano, un osainista que era más poderoso que él. Y acostumbrado a ganar siempre, no se resignaba a la idea de que hubiera alguien más poderoso que él, que ganaba todas sus guerras. Así emprendió el viaje hacia esa zona, teniendo que atravesar ríos y lugares agrestes. Después de varias marchas por arduos caminos, llego a la zona donde predominaba ese llamado osainista. Después de preguntar supo que este vivía en la cima de la loma más alta de esa región. Dirigiéndose hacia allí, aunque el joven ya en esos momentos iba enfermo por la inclemencia del tiempo. Al llegar a la base de la loma, comenzó a llover y a sentirse fuertes ráfagas de viento y grandes truenos. Con esas condiciones del tiempo y agravado por su enfermedad, tuvo que desistir de su empeño en querer combatir a ese llamado osainista. Y por la zona y por lo lejos que le quedaba el pueblo más cercano decidió llegar a la casa del osainista. Al legar y tocar la puerta, sintió una voz desde adentro que le decía: pasa hijo mío. La voz no era del todo desconocida para él y a pasar dentro de la casa, quedo sorprendido al ver que aquel osainista, con el cual estuvo a punto de enfrentarse, era su padre.