En la tierra arara se reunieron varios awoses a tocar el
tambor del rey, pero en aquella tierra el tambor no
repercutía porque era de piel humana.
El rey había dictado una ley que el que lo rompiera lo
pagaba con su propio pellejo, por lo cual todos lo tocaban
bajito, casi con miedo.
Enterado Orunmila de que allí había varios awoses para que
tocaran el tambor, se hizo osode y se vio este oddun e hizo
rogación con owunko, un akuko y después salieron tocando por
las ceremonias del reino, llevando consigo el owunko de la
rogación.
Salió Orunmila tocando el tambor, que era de piel de owunko,
ese se oía a mucha distancia y al rey le llamo mucho la
atención la resonancia de aquel tambor y su sonido. de
inmediato mando a un emisario para que invitara a aquel
musico a su reino y tocara su tambor.
El emisario se encontró con Orunmila diciéndole las intenciones
del rey y Orunmila le dijo que él no pisaba esas
tierras y mucho menos tocaba ese tambor porque conocía la
profecía del rey.
El rey al saber la respuesta se incomodó y fue personalmente
al encuentro de Orunmila para hacerle la invitación y que el
enseñara a sus músicos a tocar el tambor.
Orunmila entro en la corte tocando su tambor y al poco rato
tenía una muchedumbre detrás de él, al llegar al palacio del
rey este lo invito a tocar su tambor y Orunmila le respondió:
majestad yo no puedo tocar su tambor, yo estoy acostumbrado
a tocar fuerte y de seguro que lo rompería y si eso
sucede sé que tengo que pagarlo con mi pellejo y usted, no
puede obligarme a ello.
El owunko que Orunmila llevaba dijo: tanto problema por
tocar un tambor, pues yo lo voy a tocar y diciendo y haciendo
salto sobre el mismo y comenzó a tocarlo, pero al poco
rato se rompió, Orunmila entonces dijo: majestad quien se
subió en el tambor y lo toco fue el owunko, así que lo pague
con su pellejo.
El owunko pago con su pellejo y desde entonces los awoses
del reino tocaron el tambor confeccionado con el pellejo del
owunko, y este sonaba y repercutía al igual al de Orunmila.
nota: se responde que nadie se meta donde nadie lo llama.