Había un labrador que tenía por costumbre al llegar de su trabajo sentarse un poco y después beber saraekó, para después sentarse a comer. Su mujer tenía un amante y ambos se pusieron de acuerdo para desaparecer al marido y Io pusieron en práctica, preparándolo todo en el saraekó, previniéndose con mucha seguridad. En aquel pueblo había un malhechor que todos los días se subía arriba de una mata para desde allí velar el momento propicio para realizar sus fechorías. La mujer y su amante hicieron las cosas con la seguridad de que nadie era testigo de lo que estaba haciendo, pero ya el ladrón había visto la operación. En eso se aparece el marido y cuando fue a hacer lo que acostumbraba, se sorprendió al oír una voz extraña que le gritaba, no ófún, no lo tomes, que te envenenas, el marido gritó un ladrón y éste le contestó. Si lo soy, porque vine a robar, pero no lo hice, porque tu mujer tiene un amante y te ha preparado un veneno en ese saraekó para matarte. Ella se resistió, pero él logró hacérselo tomar y la mujer se enteró.
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