Obatalá salió a caminar y se le plantó una paloma en el camino y no podía pasar, ni quitarla. Entonces llamó a todos los Santeros y Bàbálawo para ver si ellos podían y ninguno aceptaba, pero el más chico aceptó, porque había hecho ebo y lo había puesto el ebo arriba en la loma, donde abrió un volcán, dividiéndose la loma en dos y Obatalá pudo pasar.