Nao era un sirviente de confianza de la casa de Obatalá, pero él se había enamorado de la hija de Obatalá, se decía que nadie sabía su enamoramiento, una vez llego un extraño y pidió la mano de la hija de Obatalá y este acepto. Resulta que ocurrió un robo y todo el mundo sospecho del nuevo integrante y toda la culpa la recayeron en el novio de su hija, por ser el más reciente en entrar a la casa, mandándolo a detener.
La hija iba a ver todos los días a su novio a escondidas de su padre y un día vio a Nao escarbando la tierra y sacando unas joyas y prendas robadas. La hija va y llama a Obatalá, enseñándole lo que Nao tenía encondido y cuando Obatalá lo vio lo llamó y le dio: Nao, siendo tú el hombre de mi confianza en la casa, me has robado y por ti tengo a un hombre inocente de verdad. Obatalá bota a Nao de la casa y mandó enseguida a liberar al novio de la hija, el cual tuvo que pagar no siendo el culpable del delito que le echaron.