Obatalá viendo que en aquel territorio no había quién pudiera gobernar decidió mandar a buscar a Obara, por eso dio la orden de que trajeran a Obara vivo o muerto. Los que salieron en su busca ignoraban los motivos que tenía Obatalá para ordenar su búsqueda y pensaron que era para ajusticiarlo, cada cual se formaba su propia opinión, uno decía si l0 encuentro, lo llevo de todas maneras, otro decía si no quiere ir, lo mato. Así iban caminando y buscando a Obara con verdaderas ansias de encontrarlo, porque además ellos eran enemigos de Obara. Ya cansados de la jornada y con deseos de retroceder, se pararon. Estando allí notaron un olor riquísimo que venía de lejos como si fuera de carne de puerco asado, se decidieron a localizar el lugar de donde venía ese olor tan agradable, porque ellos tenían hambre, porque hacía varios días que no comían. Al fin unos y otros se fueron orientando hasta que dieron con el lugar. ¿Quién era la persona que estaba allí? Era Obara, que freía la carne de puerco. Ellos se quedaron sorprendidos y en vez de detener a Obara y hacerle lo que pensaban hacerle, entonces hicieron todo lo contrario, lo abrazaron con emoción y le dijeron: nosotros que no te veíamos desde hace mucho tiempo. Obara les dijo: Ustedes desde luego estarán muy cansados, pero sí quieren comer. Ellos le dijeron bueno Obara, Obatalá quiere verte y tú debes de ir con nosotros. Obara les contestó que no podía ir porque no tenía ropas, ni zapatos, ni dinero, que esa era la causa. Ellos viendo que Obara no podía ir, se fueron y al llegar donde estaba Obatalá le dijeron: que habían encontrado a Obara muerto y que las auras se lo estaban comiendo, siendo la causa de que lo dejaran. Obatalá les contestó que por qué no se lo llevaron así. Bueno, yo no creo que haya muerto. Todos los que fueron afirmaron que sí, que Obara estaba muerto y quienes no fueron también lo afirmaron. Transcurrido algún tiempo, Obatalá se para en el portal de su casa y dijo: por el camino viene Obara, los que estaban allí le dijeron: Obatalá no, de ninguna manera puede venir. él no les responde. Obatalá da unos pasos adelante y ve a Obara que venía en un caballo con sus alfombras, que aún no se podía fijar la vista por los brillantes y el oro que traía. Al llegar Obara, se desmontó del caballo y todos al verlo y los que habían ido a buscarlo se quedaron callados. Obatalá descarga sus alforjas en las cuales venían muchas calabazas y dentro de ellas, brillantes y oro. Obatalá le dice: Obara, yo te he mandado a buscar para que tú gobernaras este territorio, porque tú sólo eres el llamado a gobernarlo. Obara responde que él no puede aceptar ese cargo porque él tenía que gobernar en el otro mundo, porque aquí en esta tierra había muchas gentes malas. To Iban Eshu
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