Había una persona, quien estando mal de salud y de situación, fue al campo a buscar trabajo. Lo consiguió en una finca, cuyo dueño era muy desconfiado y siempre pensaba que sus trabajadores le robaban. Una noche, el trabajador, hizo una rogación y la enterró en medio de la finca. El dueño, que lo estaba vigilando, pensó que estaba enterrando lo que le había robado y lo mando a prender. Cuando se descubrió que lo enterrado era una rogación, el dueño tuvo que darle satisfacciones al trabajador e indemnizarlo, pero por lo pronto este no dejó de verse asustado y preso.
Ejioko tenía un amigo llamado Iré, quien siempre le daba buenos consejos, pero Ejioko no los seguía porque pensaba que Iré solo quería demostrarle que sabía más él. Un día Iré fue a ver a Orúnmìlà y le pidió que aconsejara a Ejioko. Orúnmìlà llamó a Ejioko y le dijo que cuando fuera andando y lo llevaran nunca volviera hacia atrás. Ejioko desoyó este consejo y solo gracias a la ayuda de los Ibejis pudo escapar de una trampa que le fue puesta para causarle la muerte.