Babalú Ayé era muy mujeriego. Andaba continuamente de parranda hasta que todo el mundo le perdió el respeto y la misma Ochún, que era su mujer, lo abandonó. Un Jueves Santo, Orula le advirtió: "Hoy domínate y no andes con mujeres". Sin hacer caso del consejo de Orúmbila, esa noche se acostó con una de sus amantes. Al otro día amaneció con el cuerpo todo cubierto de llagas purulentas. La gente huía de él porque le tenía miedo al contagio y sólo lo seguían algunos perros, a los que les gustaba lamerle las llagas. Por mucho que suplicó, Olofi se negó a perdonarlo y, al fin, Babalú Ayé murió. Pero a Ochún le dió lástima y gracias a sus ardides consiguió que Olofi le devolviera la vida. Ahora Babalú Ayé sabía lo mucho que sufren los enfermos y por eso regresó tan caritativo y misericordioso.
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