Había un hombre que quería mucho a su mujer, pero ésta no lo quería a él. La mujer se murió y el hombre la enterró en la misma casa, le hizo una sepultura en forma de caballete. El sólo se alimentaba de la raíz de una yuca, porque se quería morir.
Llamaba a los muertos para que se lo llevaran, porque él no podía vivir sin su mujer. Tanto llamó a la muerte que ésta se le presentó y le dijo que esa mujer nunca lo había querido a él, que la dejara tranquila. Él insistió que deseaba ver a su mujer y seguía llorando. Entonces Ikú le dijo que cogiera un rabo de eran Fun Fun y otro de eran dun dun y ewé y que a las doce de la noche él llamara a su mujer.
El hombre así lo hizo. Presentándose su mujer, la que le dijo que ella no lo quería a él que la dejara tranquila, que ella en recompensa le daría una fortuna, señalándole para un lugar, donde estaba el dinero.