Había un Rey de una ciudad, que él tenía el privilegio de usar banderas en las puertas de su casa como insignia de distinción. Hubo de llegar al pueblo un Awo que, con el ánimo de anunciarse, puso una bandera en la puerta de su casa. Se la dieron al rey y éste lo mandó a buscar para saber cuál era el motivo de que él hubiera puesto esa bandera. Cuando el Awó llegó ante la presencia del rey y éste le preguntó sobre el particular, el Awó le respondió que él había puesto esa bandera, porque él era adivino y se querrá anunciar con ella. Entonces el rey preparó un secreto en tres güiros, para comprobar la verdad de lo dicho por el Awó y en presencia de su corte, le puso por condición que sí en el plazo de tres días él no adivinaba el secreto que contenían los güiros, lo mandaría a matar. Antes de eso el Awó le había dado de comer a su cabeza.
El rey lo. mandó a encerrar y en esas condiciones, el Awó sólo se puso a pensar la manera de salir bien de ese apuro. En esos momentos, los guardianes del rey trajeron presa a una mujer, la cual metieron en la misma celda donde estaba el Awó, la mujer enseguida lo empezó a molestar, pidiéndole agua, tabaco, comida, cosa que el Awó la pudo complacer en todo. La mujer se quedó dormida y cuando despertó, le dijo al Aguó que ella había soñado con el rey y que -lo que tenla metido en 'los güiros que tenla colgado, era lo siguiente: en uno, tenla colocado dentro ekú, en el otro eja, y el último epó. El Awó le dio las gracias por haberle hecho ese sueño a la mujer. Cuando se cumplió el plazo lo sacaron, llevándolo a presencia del rey y de su Corte. El Awó le dijo al rey que en cada uno de esos güiros él tenía colocado ekú, eja, epó, el rey y su corte quedaron asombrado, por lo que el rey desde ese día lo autorizó para que usara bandera igual que él.