El Camaleón que solamente tenía un solo color y carecía de collar, era muy envidioso. por ese motivo odiaba al Perro, porque siempre que él veía al Perro, lo encontraba de diferente color y con un collar puesto. Un día el Camaleón te preguntó al perro como él se arreglaba que siempre tenía un collar diferente y él no. Que el lucía más bonito. El Camaleón estaba pensativo por eso y entonces dijo: yo voy a ver cómo es posible eso. Al día siguiente salió el camaleón a registrarse a casa de Órúnmilà, para ver si hallaba una cosa, que fuera igual a la del perro.
Órúnmilà le dijo que tuviera cuidado, que no envidiara a nadie y que tampoco le deseara mal nadie, porque el mal que se hace para otro, sobre de uno mismo se veía. Órúnmilà le hizo rogación y le dijo: vaya, ya está Usted como quería. Cuando el camaleón llegó al monte, se trepó a un árbol y enseguida se cambió de color. En eso vio al perro y le dijo: mira compadre y saltando para rama, también cambio de color.
El perro se le quedó mirando, pero nunca el Camaleón pudo ganarle al perro. Viendo esto el Camaleón volvió a casa de Órúnmilà, para que éste le diera otra cosa, para poder dominar al Perro y vencerlo. Órúnmilà le dijo que lo que él deseara para otro, sobre el mismo recaería, que él deseaba una cosa mala. Pero tanto se empeñó el Camaleón que Órúnmilà se decidió a complacerlo y le hizo el trabajo. Cogió unos polvos y se los entrego y le recomendó al Camaleón que primero tenía que ir para su casa sin mirar a nadie por el camino, mientras él no hiciera uso de los polvos. Cuando el Camaleón llego a su casa, tocó a la puerta y le salió a abrir su Madre.
El Camaleón se olvidó de la recomendación que le había hecho Órúnmilà y tan pronto la madre le abrió la puerta, alzó la vista y lo miró, cayendo muerta, tan pronto él la había mirado. Desde entonces, cada vez que la gente ve a un Camaleón le tira piedras o le da palos y desde esta vez el Camaleón cambia de color, cuando se pasa de rama en rama y le sale una especie de collar o lengua.